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Fin

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  Cuando el sol comenzó a chisporrotear, el mundo siguió su curso como si nada, Cuando el sol comenzó a crecer, se activaron los telescopios. Los científicos, emocionados, se pusieron a investigar el fenómeno. Cuando comenzaron las explosiones en cadena, todo el mundo, menos ella, entró en pánico. El fin del mundo era evidente.  Solo ella permanecía serena. La cabeza se había rendido a la evidencia: no había nada que hacer. Pero más abajo, en lo más hondo de sus tripas, ella sentía que todo estaba bien.         

Decepción

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 Era día de mercado, y el niño tenía un juguete nuevo.  Un juguete barato y frágil, pero muy colorido, que el niño miraba con la ilusión de los comienzos.  La amiga de mamá quiso hacerse la simpática y jugar con él. Lo hacía sin naturalidad, no por ella, sino por captar la atención del niño. Con una especie de nerviosismo espasmódico, con movimientos bruscos...  Y el juguete, en esas manos inexpertas y ansiosas, se rompió. La cara del niño, acompasada, se desencajó. Pero no soltó una sola sola lágrima. Solo se dejó caer en la silla, los hombros caídos, la cabeza gacha, la mirada fija en el juguete roto.  La amiga de mamá se disculpaba, mamá le quitó importancia, era un juguete barato, no valía nada. Y siguió la conversación. El niño permanecía en la misma postura, silencioso.  Percibí, no sé muy bien cómo, el nudo en la garganta, el fuego en el pecho, el líquido contenido en los ojos como la presa contiene el agua del embalse. Me acerqué y lo abracé. Lo abracé a él y a todos los niños

Tengo todas las armas

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 Parece que el apego ansioso y el apego evasivo no son tan incompatibles. De hecho, se diría que, al menos en mis relaciones de pareja, yo he pasado de un apego evasivo a uno ansioso. Supongo que ese es un proceso necesario.  Necesario porque, frente a la protección de la distancia, he descubierto mi fragilidad, mi dependencia, y también mi disponibilidad al amor y a la intimidad. Mi sombra, en definitiva.  Ahora se trataría de buscar el centro. Recoger las estrategias de distanciamiento propias de apego evasivo para deshacerme de la dependencia y estar alerta cuando esas mismas estrategias me alejen de los objetivos que debo recordar como positivos.  Y cuidarme. Cuidarme a mí misma y permitir que me cuiden. Que me tengan en cuenta, que me paseen, que me digan que sí.    

Solsticio

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 No, no es cierto. Yo no atraigo ni me siento atraída por hombres no disponibles . Eso solo me ha pasado una vez, y en algún momento tendré que saber por qué, pero en realidad esa no es la clave (quizá sí la espoleta que evidencia un problema bien distinto). La clave son todos los demás. De los cuatro hombres con los que he quedado desde que empecé a tomármelo (o eso creía) "en serio" , habría podido llegara a algo con tres de ellos. No era difícil, solo tenía que recoger el testigo o dejarme llevar. Fui yo la que marcó la distancia que los alejó. Mirando hacia atrás, creo que el segundo es el que habría tenido más posibilidades, si hubiese estado dispuesto a insistir. Era maduro y estable, buen conversador, y había solucionado equilibradamente su separación. Quizás un poco cultureta, con unos gustos demasiado intelectuales en cine y en literatura. Pero tengo que reconocer que, en realidad, fue la rapidez con la que creció su interés la que provocó ese alejamiento que él cap

Sinceramente

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 Sinceramente, cada vez admiro más a la gente sincera. El viernes una compañera de trabajo volvió a darme una lección. Era algo que habíamos hablado entre nosotras otras veces, de alianzas extrañas, y yo solía quitarle importancia al papel de uno de los compañeros. Entonces ella, en un momento en que estábamos los tres, simplemente se lo dijo. Con una franqueza descarnada pero también sincera, sin reproches, sin dar ocasión a excusas o justificaciones o negaciones. Solo para decirlo, para que estuviesen las cosas claras.  Y entonces se produjo el milagro. El milagro del entendimiento, del buen rollo, del cada uno en su estilo pero de frente, con las cartas sobre la mesa. Porque en el fondo no somos tan diferentes, ni tan incomprensibles, ni tan intransigentes. La verdad no es un reproche, es una ocasión, una oportunidad, una puerta que abre paso, desde lo evidente que nos separa a lo sustancial que nos une. Del malentendido al entendimiento. De las suposiciones a las certezas. A la ace

La soledad sonora

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 «Verdad dice éste, que me cumple avivar el ojo y avisar , pues solo soy , y pensar cómo me sepa valer.» (Lázarillo de Tormes) Creo que pocas veces en mi vida me he sentido tan sola como esta noche. Y nunca he sentido tampoco con esta intensidad que me tengo a mí. — LorelaiGilmore (@lorelaiGm) June 18, 2021    Para mí, ese momento revelación fue, probablemente, el comienzo del año.  Nada nuevo, es cierto. Un mensaje que me ha llegado repetidamente, y ese día no fue el único, ni el primero, ni el más claro.  Pero sí el momento en que la sensación fue de la suficiente intensidad como para cambiarlo todo.  Entonces no lo vi. Los cambios nunca son tan repentinos, son procesos en los que hay momentos clave. Momentos que solo pueden entenderse tiempo después, cuando se va desvelando el contexto que les da sentido. Cuando los pequenos detalles van confirmando la sensación y las pequeñas experiencias van confirmando las enseñanzas que apuntalan una nueva vida. Solo hay que hacerse un par de

De abandonos y otras historias

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  LA CANCIÓN DESESPERADA E MERGE tu recuerdo de la noche en que estoy. El río anuda al mar su lamento obstinado. Abandonado como los muelles en el alba. Es la hora de partir, oh abandonado! Sobre mi corazón llueven frías corolas. Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos! En ti se acumularon las guerras y los vuelos. De ti alzaron las alas los pájaros del canto. Todo te lo tragaste, como la lejanía. Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio! Era la alegre hora del asalto y el beso. La hora del estupor que ardía como un faro. Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego, turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio!